1.1. Introducción: El Arte en la Clandestinidad
Antes del año 313, ser cristiano en el Imperio Romano era vivir bajo la sombra de la sospecha y la persecución. Esta primera comunidad de fieles, nacida en el seno del judaísmo, heredó una profunda reticencia a crear imágenes de Dios. Esta cautela no era solo una medida de prudencia, sino una barrera teológica fundamental, arraigada en la prohibición explícita del Antiguo Testamento: «Tened mucho cuidado: el día en que Yahvé os habló en el Horeb desde el fuego no visteis ninguna figura. No os corrompáis fabricándoos escultura, figura de algún ídolo…» (Dt 4:15-19). La doble amenaza de la persecución y el riesgo de caer en la idolatría, tan común en el mundo pagano que los rodeaba, obligó a los primeros cristianos a desarrollar un lenguaje visual único: un código secreto de símbolos que, susurrado en los muros de las tumbas, les permitía expresar su fe, reconocerse mutuamente y transmitir la esperanza de la salvación sin necesidad de un retrato explícito de su Señor.
1.2. Las Catacumbas: Cunas del Arte Cristiano

Contrario a la creencia popular, las catacumbas romanas, como las famosas de San Calixto, no eran principalmente lugares de refugio o de culto clandestino. Su función primordial era la de cementerios subterráneos. Sus estrechos corredores hacían imposible la reunión de grandes comunidades. Sin embargo, en estos laberintos de fe y memoria, nació el primer arte cristiano. El estilo de estas pinturas era heredero directo del arte romano de la época: esquemático, de pequeño formato y más sugerente que descriptivo. No buscaba el detalle realista, sino evocar una idea con la mínima expresión. Todas las imágenes encontradas en las catacumbas giran en torno a un tema central y unificador: la salvación. Estas escenas formaban una verdadera letanía visual: sálvame Señor como tú has salvado a Jonás del vientre del gran pez, sálvame Señor como has salvado a Daniel del foso de los leones.
1.3. Símbolos de Esperanza y Salvación
Para transmitir su mensaje, los primeros cristianos adaptaron figuras del repertorio pagano, infundiéndoles un significado completamente nuevo.

• El Buen Pastor: Esta es, posiblemente, una de las representaciones más antiguas de Jesús. La figura de un pastor con una oveja sobre los hombros no era nueva; se inspiraba en la imagen pagana del crióforo, que representaba la filantropía. Sin embargo, para los cristianos, esta imagen se cargó de un profundo significado teológico basado en el Evangelio de Juan: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11). Así, el pastor se convirtió en un símbolo de Cristo como salvador, aquel que busca y rescata al alma perdida.

• El Pez (Ichthys): El pez fue uno de los símbolos secretos más ingeniosos y extendidos. Su poder no residía en la imagen en sí, sino en la palabra griega para «pez»: ΙΧΘΥΣ. Cada una de estas letras griegas es la inicial de una palabra en la frase Ἰησοῦς Χριστός, Θεοῦ ͑Υιός, Σωτήρ (Iēsoûs Christós, Theoû Huiós, Sōtḗr), que se traduce como «Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador». Durante las persecuciones, un cristiano podía trazar un arco en la arena; si la otra persona completaba la figura del pez dibujando el arco opuesto, ambos sabían que compartían la misma fe. Se utilizaba para marcar lugares de reunión y tumbas, convirtiéndose en una contraseña visual de fraternidad y confianza.

• El Orante: La figura de una persona con los brazos alzados en oración, usualmente femenina, era también una adaptación. En el arte romano, esta postura simbolizaba la pietas (la piedad, el deber hacia los dioses y la familia). El arte cristiano adoptó esta imagen para representar el alma del difunto que ya goza de la paz de Dios, o bien a la propia Iglesia en oración constante. Era un símbolo de fe, esperanza y comunión con lo divino.
No eran meras decoraciones, sino plegarias grabadas en la piedra, el testamento de una fe que encontró la manera de proclamar la vida en el corazón mismo de la muerte.
1.4. Conclusión y Transición
Este arte simbólico, nacido de la necesidad de la discreción y el profundo anhelo de salvación, sentó las bases de todo el desarrollo iconográfico cristiano. Fue un lenguaje secreto que, sin embargo, contenía ya toda la potencia de la fe. Pero, ¿Qué ocurriría cuando esta fe ya no necesitara esconderse? En nuestro próximo artículo, exploraremos la explosión visual que se produjo cuando el cristianismo salió de las catacumbas a la luz pública, dejando atrás los susurros para proclamar su mensaje a gran escala.